171 personas refugiadas, migrantes, desplazadas e indígenas recibieron acompañamiento para el fortalecimiento de sus emprendimientos

En 2018, Vivian Coa llegó de Venezuela con incertidumbre y al mismo tiempo con muchas ganas de salir adelante. Tanto así que a los dos días ya estaba recorriendo las calles de Medellín con su carreta, La Carreta de Alyvi, vendiendo frutas.

Cuatro años después, en 2022, decidió postularse para ser parte del proyecto de Fortalecimiento Empresarial con el apoyo de De Mis Manos y la Agencia de la ONU para los Refugiados (ACNUR): “Eso fue una belleza, hasta tenemos logo e Instagram. Ahora vemos la carreta como una empresa con su parte de administración y logística”.

Vivian hace parte de las 171 personas que recibieron este acompañamiento en Apartadó, Carepa, Turbo, Medellín y Quibdó. En Urabá, participaron 86 mujeres y 22 hombres; en Medellín, participaron 39 mujeres; y en Quibdó, 18 mujeres y 6 hombres.

El 72% de personas participantes son venezolanas, el 23% colombianas y el 4% colombo-venezolanas. Además de la significativa participación de personas refugiadas y migrantes, se encuentran dentro del grupo personas víctimas de desplazamiento así como integrantes de las comunidades indígenas de Quibdó: Villanueva, La Paz y Wounaan Pubhuur.

Fue un proceso integral en el que tuvieron asesoría tanto desde el ser como el hacer. En el componente empresarial, aprendieron de plan de inversión, registros contables, costos y presupuestos. En el componente comercial abordaron aspectos del discurso de ventas y el mercadeo digital. Hubo además un componente de diseño para el mejoramiento de sus productos o servicios. Y en el componente psicosocial pudieron trabajar habilidades blandas como el autoconocimiento, gestión de emociones y comunicación afectiva y efectiva. De igual forma, en su condición de personas refugiadas y migrantes, se les brindó acceso a información valiosa en temas de integración local, reconocimiento del territorio, redes de apoyo, protección y acceso a derechos, rutas y ofertas institucionales.

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Vivian dice que fue un antes y un después a nivel emocional y económico: antes proyecto estaban atentos a convocatorias de trabajo o contemplaban la posibilidad de irse del país, pero ahora ven el emprendimiento como un trabajo fijo que les da estabilidad. “Aceptamos que vivimos acá, aprendimos a querer las cosas y que nuestro emprendimiento es como otro hijo”.

Como complemento a este aprendizaje, las personas tuvieron la oportunidad de participar en ferias, experiencia que para varias de ellas fue la primera en este tipo de eventos, y que les generó ingresos totales por más de $37 millones.

Emprender ha sido una experiencia enriquecedora en el ámbito personal y familiar, Vivian se siente más feliz desde que ve las cosas con una nueva perspectiva, incluso retomó sus clases de danza contemporánea en la Universidad de Antioquia.

Es la rueda que le faltaba para sentirse en casa y complementa su engranaje de mujer empresaria y mamá. La Carreta de Alyvi es un emprendimiento familiar y con gran corazón desde el nombre, ‘a’ por Amira, su hija; ‘ly’ por Alid Abou, su esposo, y ‘vi’ por ella, Vivian.

https://youtu.be/Kp5lb-0s-xIhttps://youtu.be/d0PK4aVchc8

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